Estamos en el albergue de Puente la Reina, pueblo del Camino donde los haya. Todo gira en torno a esa calle que dirige a los peregrinos al puente.
Para llegar comenzamos saliendo de Pamplona, ya con dos bajas que tuvieron que trasladarse en autobús para recuperar sus fuerzas y sus pies.
Cuesta salir de una ciudad, pero
lo conseguimos, camino del Alto del Perdón, al que le precedía su fama de duro
de pelar. Una subida intensa que merece la pena por el paisaje que se contempla
allá arriba. Viento y horizonte para recuperarnos y afrontar una bajada más
dura aún.
Esa dureza se ve compensada por maravillosas visitas a cada iglesia y capilla que surge en el camino, en especial Santa María de Eunate.
Prueba superada para todos los caminantes,
incluso los que iban con ampollas y pies doloridos.
Los pintores siguen su ritmo de dibujo por día.
El cansancio va haciendo mella y
ya las luces se apagan cada vez más pronto, tras compartir una ruidosa,
deliciosa y variada cena en medio del bullicio del albergue.
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