Santa Juliana nos esperaba en su recoleta ermita, eso sí, la llave la tenía el cura y no era posible entrar. Primera decepción del día que no nos desanima para seguir...subiendo. El sol comenzó a acompañarnos y nos hizo sudar la gota gorda hasta el Collado de Hoz, pasando por tremendas y empinadas sendas. A algunos solo les hacia subir la promesa de una larga bajada.
Buscamos una sombra para hacer bocatas , exhaustos, y así recuperar fuerzas. La ruta continúa hasta completar los 25 kilómetros del día. Una parada en Linares (llamado así, como nos cuentan después, por las plantaciones de lino del marqués de Santillana) tiempo ha.
Queda menos para la Hermida, algunos cogen un arajo, pero el final del día siempre se hace duro. El premio: un albergue con duchas, camas y espacio para estar a gusto. Y hasta poder lavar esa ropa que ya tiene viida propia y olores desconocidos.
Las tertulias vespertinas con ukelele y nocturnas con chistes y cotileos hacen olvidar el cansancio, las ampollas y dolores.
Desde la estación central sin noticias ni fotos. Ya teníamos ganas de saber de vosotros.
ResponderEliminarEspectaculares paisajes. Y siempre sonrientes. Lo que valen estos caminantes.